martes, 14 de abril de 2015

Sobre la construcción del Cubo y de la Esfera: un revoltijo de Arte, Ciencia y Filosofía

(Epígrafe: "Mi silencio canta, mi vacío está lleno", Nisargadatta Maharaj)















Llevaba un buen rato con una lesión en el dedo anular de la mano derecha que me impedía practicar con seguridad en el arpa, el dolor hacía todo lento y tortuoso, dejé de tocar por un mes. Cuando retomé el arpa, estaba tan pendiente de que no me doliera el dedo, que fue peor, porque estaba poniendo toda mi atención ahí y la tensión justamente se concentraba en la falange donde había tenido la lesión.

No entendía, sé que cuando duele es porque se está trabajando, pero en este caso el dolor era por una incorrecta postura de la mano que no atinaba a corregir. Estaba en una etapa del aprendizaje donde se estaba poniendo todo cuesta arriba, y debía arreglar eso.

Me dieron una partitura de la época del barroco de un tal Kirchhoff, inmediatamente asocié el apellido con los circuitos eléctricos, las leyes de Kirchhoff, (tuve clases sobre esa materia en algún momento en la Universidad).

Me senté a reflexionar seriamente en cómo debía corregirme y EUREKA, me iluminé y fue una mezcla de arte, ciencia y filosofía:

Primero que nada, agarré el serrucho y le corté las patas a esa banqueta, pues estaba 6 cm más alta. Corregida la ergonomía, mi columna estaba recta, mis piernas estaban en 90 grados, mis hombros más relajados,  mis manos más cómodas y libres al acercarse a las cuerdas.  Es posible que con ese serrucho haya hasta cambiado la secuencia genética de mi ADN, porque la verdad me sentí otra.

Una vez correctamente sentada, recordé aquello del taoísmo “el maestro logra sin hacer” y asocié lo de los circuitos eléctricos con la “Tensión”. Entonces, pensé en que justamente la tensión, y por tanto la atención, debía llevarla a otro punto, y misteriosamente aquel silencio me llevó a aquel minúsculo dedito que no hace nada, que sólo está ahí, silencioso, el MEÑIQUE. Me centré en él mientras tocaba y wow, mientras estaba pendiente de él los demás dedos tocaban como nunca, el sonido era más claro y fuerte. El meñique se transformó así en un preciado “cable a tierra”.

Y, el Cubo y la Esfera qué pintan aquí???

Bueno, cuando un cantero con su cincel y martillo quiere construir un Cubo, los golpes que realiza sobre la piedra son directos, para darle la rectitud a las caras. En mi caso, el cubo son todos aquellos pensamientos que deben ser correctos y precisos: saber exactamente qué dedo va en cual cuerda, en qué momento poner el pedal, cuando apagar un sonido, etc. , aprenderse una pieza en arpa es un trabajo de hormiguita...(es meterse en una camisa de fuerza).

Cuando el cantero quiere construir una Esfera, los golpes del cincel son TANGENCIALES, si golpea directo destruye la obra. En mi caso, la “esfera es en sí la parte invisible” de la obra. Quiero decir que: “lo visible es la música resultante”, los pensamientos que originan al cubo, lo que se oye, desde la fuente hacia afuera. Lo invisible es todo lo que debe ir detrás de ese proceso mental, el silencio mismo, el lienzo blanco antes de la pintura, una fuente de paz. En el preciso momento que toco la cuerda, antes de que salga el sonido, debe haber silencio, no se puede entrar a ese mundo de forma directa, es imposible, sólo de forma tangencial.

Quiero decir que, el acto de tocar la cuerda es un golpe de cincel que genera dos formas al mismo tiempo, una externa y una interna: El cubo, el sonido, la materia es externa, y el silencio, la quietud de la mente es la esfera, lo interno. Es imposible construir algo cuando la mente no está quieta.


Si a oídos de un experto en música, lo que escucha es perfecto, es decir, es un cubo perfecto, la contraparte invisible, la esfera, es perfecta de igual manera.

miércoles, 8 de abril de 2015

Momias en el bardo

Aparecer y desaparecer, es un verdadero acto de magia, me refiero a nacer y morir. Es difícil reflexionar sobre aquello, a menos nos acontezca muy de cerca, ya sea por el nacimiento de un hijo o la muerte de un ser muy querido.

Pero a veces no es necesario experimentar aquellas singularidades, puesto que si se trabaja la sensibilidad (por ejemplo: aprender a amar el oficio que uno hace, alcanzando arte en aquello),  como observadores podemos ponernos en la situación de primera persona ante un nacimiento o la muerte. He ahí la importancia del rito para los observadores sensibles.

Hoy en día quedan pocos ritos y la mirada es superficial o tergiversada, un denso velo de materialismo nos hace oscuro el cuarto…

La momificación no es exclusiva de Egipto: he aquí dos fotos de momias de la región de los Andes. 
 

Podemos ver el paralelismo en los ritos: el proceso de “vendar” aquí se muestra con las manos abiertas cubriendo los ojos y el amarrado las manos, como también luego el cuerpo, a tal grado que en aquella posición a cualquiera de nosotros nos resultaría una completa inmovilidad (la misma inmovilidad que si fuéramos vendados como las momias egipcias). Luego se adorna con una serie de telas y ropajes, para finalmente hacer la representación humana con una “cabeza falsa”. También se les dejaban ofrendas de alimento y herramientas, para el “viaje”…

Y si el “viaje” está ocurriendo justo ahora???...cómo sabemos si esto no es el bardo???...lo cierto es que: es imposible distinguir!!!

En la observación del rito hay un proceso de identificación con lo observado, una integración que bien conocen quienes ponen todo su esfuerzo en el proceso de creación.

Pudimos haber nacido en cualquier otro planeta, pudimos haber tenido cualquier forma y sin embargo, estamos aquí tal como una “momia”.

Sí, una momia, amarrada a las restricciones (pseudo-libertades) que el cuerpo y la mente nos otorgan. Lo cierto es que si hubiésemos nacido con alas en la espalda nos hubiese tomado el mismo tiempo que nos ha tomado aprender a caminar. Así cualquier forma, todo está predeterminado, somos una cajita negra. Pero, dentro de la cajita negra hay una esfera blanca que choca contra las paredes y percibe la caja. Entonces, somos aquella bolita blanca???

Pues parece que sí y no al mismo tiempo, así como las manos del alfarero no se separan de su creación, así nosotros con nuestro cuerpo…


Pero sin duda el "acto de darnos cuenta" es un silencioso-GRITO que clama Libertad. Algo nos pide que nos acerquemos a aquel esquivo centro, la singularidad quieta que origina todas las infinitas formas imaginables. Es que debemos morir para llegar ahí, o debemos esforzarnos en vida, ahora, en este instante, para llegar al centro???