No cabe más que imaginar la evolución de las especies como
una danza de materia en manos del alfarero. Pero, ¿quién es el Alfarero?.
Nos pasamos la vida buscando al Creador afuera, pero sólo si
nos detenemos y observamos en nuestro interior encontramos la respuesta,
nuestra divinidad, y al encontrarla lo vemos en todas partes. Cuando todo
interactúa, los sutiles roces van dejando huella generación tras generación. El
espíritu más fuerte plasma su intención en el espíritu más débil, hasta moldearlo
a su antojo.
Así, llegamos a un punto en que todo es perfecto y sin embargo
tenemos la sensación de que algo no va bien, que es una pantalla, que algo
sufre dentro de nosotros, algo clama libertad.
Es esa dualidad, la oscuridad de lo tangible y la luz de lo
intangible, una guerra de superación. Es plantearse querer seguir en este plano
de realidad mundano, adormecido por los sentidos, o querer crecer, mirar hacia
adentro y pedir salir del cuento de hadas que nosotros mismos hemos creado.
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