sábado, 28 de febrero de 2015

Sankara

“todo lo que se percibe es transitorio como una burbuja de jabón"




“...cualquier intento de descubrir la verdad en la propia consciencia, cuando existe esta vocación, merece la pena, siempre…”

sábado, 14 de febrero de 2015

Náufrago

Llegamos, nos vamos,
con el existencialismo en hatillo a cuestas,
y sólo fue el parpadeo de una lechuza,
el bostezo de un oso luego de hibernar,
el crujido de una rama que cae en el bosque,
la aparición de una luciérnaga sobre el pantano,
un pez atrapado en la red tirada al mar,
un suspiro por libertad a medio día,
eso fue todo...

Y mientras tanto,
la mirada que ausculta con lupa,
tan de cerca que le es posible tocar,
con la esperanza de que queme, que arda,
¡¡¡oh, es lo peor-mejor que podría pasar!!!,
que la tormenta adentro deje salir la sal,
que el calor del desierto en los pies ascienda
y la fiebre limpie el oscuro pasado del náufrago…

Y los otros, cuando lo encuentren, verán:
su nombre de nacimiento, tatuado;
un número de sistema, grapado a la psiquis;
la piel, la carne, los huesos, aferrándosele con garras;
un corazón al que aún le quedan contados latidos;
y sus ojos fijos puestos en el horizonte,
mientras camina sin prisa, como todos los días, 
braceando segundos de regreso a casa.


domingo, 8 de febrero de 2015

Ahora

El eterno presente, 
el subi-bajar por la escalera de Penrose confundida en el tiempo, 
en la Era antes de Cristo y después de Cristo, al mismo tiempo,
en la realidad irreal de luz y sombra de Escher, 
el día y la noche sin diferenciación, juntos,
el ruido y el silencio, amalgamados,
el movimiento y la quietud, un mismo huracán…

…para algunos es sólo una foto, es sólo un día domingo...


viernes, 6 de febrero de 2015

Del tamaño del corazón

Hoy tocaron a mi puerta. Era un hombre que preguntaba por el anterior dueño, le dije que ellos ya no vivían aquí. Entonces, me dijo si le podía ayudar con dinero o comida, que era esquizofrénico y me mostró su brazo. Me asusté, pues vi un brazo lleno de cortes desde la muñeca al codo. Le dije que me esperara, cerré el portón y rápidamente tomé lo primero que encontré en la cocina: “un tomate” de mi huerta. Abrí el portón, su semblante ya estaba irritado, le di el tomate, me dio las gracias y se fue.  


En ese instante me di cuenta que ese tomate no era un tomate cualquiera, era un tomate que había nacido de una semilla que yo misma había recolectado, sembrado, regado, entutorado, y un largo etc., hasta que salió ese tomate, de un tamaño tal que calzaba en mi mano, un tomate ”del tamaño del corazón”. 

Pensándolo bien, muchas de las cosas a nuestro alrededor tienen el tamaño de un corazón, cosas imperceptibles: un botón bien cosido en la ropa, unos guantes tejidos, la pizca de sal correcta en la comida, etc., en realidad todo, ¡TODO!, sólo que no somos conscientes de aquello, o nos duele demasiado el darnos cuenta…