Llegamos, nos vamos,
con el existencialismo en hatillo a cuestas,
y sólo fue el parpadeo de una lechuza,
el bostezo de un oso luego de hibernar,
el crujido de una rama que cae en el bosque,
la aparición de una luciérnaga sobre el pantano,
un pez atrapado en la red tirada al mar,
un suspiro por libertad a medio día,
eso fue todo...
Y mientras tanto,
la mirada que ausculta con lupa,
tan de cerca que le es posible tocar,
con la esperanza de que queme, que arda,
¡¡¡oh, es lo peor-mejor que podría pasar!!!,
que la tormenta adentro deje salir la sal,
que el calor del desierto en los pies ascienda
y la fiebre limpie el oscuro pasado del náufrago…
Y los otros, cuando lo encuentren, verán:
su nombre de nacimiento, tatuado;
un número de sistema, grapado a la psiquis;
la piel, la carne, los huesos, aferrándosele con garras;
un corazón al que aún le quedan contados latidos;
y sus ojos fijos puestos en el horizonte,
mientras camina sin prisa, como todos los días, braceando segundos de regreso a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario