Al anochecer, cuando el silencio pareciera apoderarse de todas las cosas, si uno escuchara un sonido lejano y tratara de ponerle atención, resultaría que aquella concentración nos pondría en la paradoja de lo razonable: aquel sonido que pareciera estar a kilómetros de nosotros, muy muy lejano, de pronto nos da la sensación que está tan cerca, tan pero tan cerca, que en realidad pareciera originarse desde dentro de uno.
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