cuando las copas de los árboles digan adiós
a la despiadada jornada de latigazos amarillos,
esperaré la llegada
de la muerte en la oscuridad.
Mi febril pecho tremolará con impaciencia,
como si aguardase a un desconocido amante que,
en la penumbra de la noche más voluptuosa,
se acerca con resuelta animalidad en las venas.
Le estrecharé con un abrazo insondable,
mi carne será festín en sus garras hambrientas,
sellaré mi fidelidad con un beso apasionado
y me saciaré con el veneno de sus morados labios.
Al fin, mi alma se irá entre sus brazos bestiales
y me será concedido el dorado anillo de la eternidad.
Olvidaré que bajo la luz del Sol todo es sombra,
ya no habrá más despojo humano al que torturar.
Mi febril pecho tremolará con impaciencia,
como si aguardase a un desconocido amante que,
en la penumbra de la noche más voluptuosa,
se acerca con resuelta animalidad en las venas.
Le estrecharé con un abrazo insondable,
mi carne será festín en sus garras hambrientas,
sellaré mi fidelidad con un beso apasionado
y me saciaré con el veneno de sus morados labios.
Al fin, mi alma se irá entre sus brazos bestiales
y me será concedido el dorado anillo de la eternidad.
Olvidaré que bajo la luz del Sol todo es sombra,
ya no habrá más despojo humano al que torturar.
por JM |
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