Internadas las manos en las profundidades de la tierra,
escudriño hasta llegar a la raíz, me es imposible distinguir
entre el amor y el odio, entre el Bien y el Mal,
todo está zurcido con el indesteñible hilo de la Muerte.
Toda materia es igual de oscura que su sombra
y todo pensamiento es cántico de pájaros enjaulados.
Nunca estuvo mi piel tan polarizada junto a tu cuerpo
que cuando la hábil mano de la Muerte cerró mis labios,
expiró en mi garganta un "te amo",
mientras ella me susurraba al oído "calla".
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