Todos tenemos secretos, la mayoría confesables en vida,
otros se irán a la tumba. Sin embargo, hay secretos que se ocultan por la
incompleta asimilación por parte del oyente, cuando sabemos a priori que algo
está fuera del entendimiento de una persona, simplemente callamos. Pero ¿qué
ocurre con ese secreto que es incomprensible para todas las personas que nos
rodean?. Si hablamos nos tomaran por
loco, que es una farsa o que es producto de una alucinación. Ante aquellas
descalificaciones es mejor callar. Pero, ¿qué sentido tiene saber algo y no
compartirlo?, ¿por qué no hacer un intento por acercar lo desconocido a lo conocido?,
pudiera ser el ansiado faro que alguien ha estado desesperadamente buscando…
En uno de los tantos libros que ahora tengo en mi manos se
lee: “Lo que un hombre de corazón puro desea por su espíritu, y sea cual fuere
ese objeto, puede obtenerlo”, (sentencia extraída de las sagradas escrituras
hinduistas: Mundaka-Upanishad, siglo III a. C.). Recordé las cosas que deseé en
mi infancia (cuan ingenua era, libre de toda maldad) y todo aquello logré;
puedo recordar el momento exacto de cada uno de esos deseos, que fueron
espontáneos y libres de toda presunción, simplemente me inundaba la sensación
de plenitud con aquello y sentía en mi interior que si lo obtenía estaría
completa. Puntualmente fueron tres deseos, pedidos en diferentes circunstancias,
totalmente inconexos entre sí, pero ahora mirando hacia atrás están íntimamente
relacionados, no se conciben el uno sin los otros.
A continuación compartiré con Uds. la historia de uno de
esos deseos que pedí y el que me motiva a escribir este relato.
Estaba en la clase de “Castellano” sentada al final de la
sala y la maestra nos hablaba de los tipos de narradores; mientras anotaba en
mi cuaderno la lista con las descripciones correspondientes, escuché por
primera vez en mi vida la palabra “omnisciente” (aquel que lo sabe todo).
Recuerdo que mi mente voló desde el final de la sala hasta la pizarra y me
dije: “yo quiero ser omnisciente”, la palabra me quedó grabada por siempre.
Comprenderán Uds. que es un deseo particularmente fantasioso, nadie puede
saberlo todo en este mundo, la gente se inclina por un área del saber y con
ello se va perfeccionando en el tiempo.
En aquella época no existía el internet (cosa que para mí,
en ese entonces, equivaldría a saberlo todo). Sin embargo, no estoy hablando de
ese tipo de conocimiento y tampoco tenía noción alguna de “qué significa
realmente saberlo todo”.
La vida transcurrió, así como para muchos, haciendo lo que
el sistema pedía que hiciera y lo que los padres esperaban de uno, simplemente
aprender lo que “ellos” entregaban, ir a la Universidad, terminar la carrera y
trabajar. No había espacio para el cuestionamiento, no se podía perder el
tiempo cavilando, las cosas eran así porque alguien antes se dio el tiempo de
averiguarlas y punto. Y así sucedió, todo fríamente calculado. Ni me enteré de
aquel plan donde yo era el producto final.
Lo cierto es que había que trabajar para comer. A esa altura
de la vida, ya había olvidado por completo mi infancia y con ello todos mis
deseos, simplemente todo eso quedó en un baúl herméticamente cerrado. En eso
estaba, felizmente trabajando en el extranjero, en un buen puesto, con mi
propia oficina, los proyectos en marcha, ganando una increíble experiencia
laboral y buen sueldo, todo perfecto.
Fue un día lunes cuando me levantaba para ir a trabajar
(todo normal como siempre) que estaba en la ducha lavándome el cabello, con los
ojos cerrados y en eso veo un punto luminoso a lo lejos; fijo mi atención en ese punto y este se va
acercando lentamente. A medida que se
acerca, distingo que en realidad se trata de un aro dorado refulgente, su
perímetro era áureo vivificado en una especie movimiento centelleante. Cuando
está más cerca de mí, cercano al entrecejo, puedo ver que en su interior el
color es púrpura y que hay puntos luminosos titilantes al fondo. Sin
cuestionarme absolutamente nada, ni por un segundo, y sólo movida por la
curiosidad, decido ver qué hay dentro del aro.
En ese instante el aro entra por mi cabeza y a medida que va
pasando raudamente por mi cuerpo, siento como mi cuerpo se desmaterializaba e inmediatamente
me inunda la sensación más absoluta de paz inimaginable, me encuentro rodeada
por un espacio de imágenes cósmicas y siento que soy luz que viaja por ese
Universo de maravillosas tonalidades violáceas. La realidad de aquello es tan cierta
como la de que ahora estoy escribiendo, sólo con la adición de la sensación más
sublime paz.
Disfrutaba enormemente estar ahí, era un goce sin límites aquella
sorpresa totalmente inesperada, ciertamente increíble. Recuerdo que me
acompañaba una vibración muy baja continua, casi imperceptible. Sin embargo, a
pesar de todo lo que disfrutaba estar ahí, comencé a cuestionarme qué hacía ahí
¡si yo estoy bajo la ducha! y en ese instante abrí los ojos, la sensación de
libertad se truncó totalmente, me sentía reducida a una caja, encerrada. Volví
a cerrar los ojos, buscando aquel punto luminoso inicial y lo lograba
distinguir a lo lejos, pero su acercamiento era muy tenue, mis ansias de volver
a experimentar aquello lo alejaba, hasta que ya lo perdí completamente de
vista. Terminé mi ducha, con la sensación extraña de no comprender
absolutamente nada, con una especie de confusión, pero debía llegar a tiempo al
trabajo, así que mis pensamientos estaban centrados en la rutina acostumbrada
de siempre y me fui a la oficina.
CONTINUARÁ...
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