Con dolor aún en el corazón, una semana ya de
la partida de mi abuela, mujer silenciosa, desconfiada, enigmática,
ermitaña, mas siempre con su dibujada sonrisa. Recordando aquellos días
más felices de mi infancia (y de mi vida quizás), donde
todo queda tan hermosamente grabado por la dulce inocencia, sensaciones
irrepetibles e imborrables, sólo mías, la libertad del campo y el
contacto con la naturaleza, la simplicidad de un fogón y aquellas
manos…ay, esas esculpidas manos! que se movían a cámara lenta frente a
mis curiosos ojos, todo lo que ella tocaba me parecía mágico…cómo duele
recordar tanta felicidad vivida, recordar esos días que no volverán…
"Cuando yazga, yazga en la tierra, que mis errores
no causen molestia a tu pecho; Recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino; Recuérdame, recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino."
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