sábado, 18 de octubre de 2014

Una aproximación al silencio



Ayer tuve una experiencia con el silencio que me gustaría compartir:

Desperté de madrugada y estaba silencioso, como nunca pude percibir que no había ruido de autos, ni hablar de personas, ni canto de pájaros, nada, estaba todo quieto. Aproveché ese momento, no para concentrarme en volver a dormir, sino que “forcé” de una manera sutil, tratar de acercarme a ese silencio, pero no contactar al silencio exterior, sino que acercarme a ese silencio interior. 

Cerré los ojos y a medida que me aproximaba lentamente al silencio, noté que en cierta forma, por así decirlo, me encapsulaba, que mi cuerpo se cerraba al exterior, que no existía nada más que sólo yo. De pronto, empecé a notar que me disolvía internamente, en el sentido de que perdía gravedad, por así llamarlo, que me volvía una levedad, pude percibirme en la sensación de ser como una “nube”, así etérea. 

Así permanecí por unos instantes, hasta que mi consciencia volvió en sí y hubo una cierta “desesperación” por volver a percibir mi corporeidad. Así el regreso igualmente fue lento, de apoco sentí como volvía a tener peso y luego a sentir el contacto con la cama y el peso de las sábanas. Una vez que me sentí incorporada volví a abrir los ojos. 

Después simplemente me volvía a dormir.

Y sí, es cierto aquello que: el grito más desesperado por libertad es el silencio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario