martes, 18 de abril de 2017

ilumymar

La hora de la cena siempre fue un festín
afuera el mar se deleita engullendo al sol
adentro se saborean los colores del ocaso
a través del cristal roto
con el deseo de música
siempre en aumento
la marea sube
atrapa otra vez
sale entonces el poeta
con su corona de piedras preciosas
a denunciar las armonías del silencio
a iluminar una a una
las habitaciones del intrépido barco
que surca las aguas nocturnas
se celebra en grande
que la tela del mástil mayor
se raje de norte a sur
alimenta ahora la rima sincopada
de las estrellas de Orión
dulce coro de voces de violines
un viaje idílico en compañía
de la exhalación tibia del mar
y los labios cerrados siempre
besando ininterrumpídamente al aire
que en cada surco se contonea
desnudo
en silencio
fue así que se acostumbró
a escuchar su propia respiración
antes de dormir:
el Paraíso le parece
realmente tan
cercano.


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