jueves, 6 de junio de 2013

¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? (ensayo)

En general recapacitamos sobre la existencia del espíritu sólo cuando el cuerpo muere, en particular, frente a la pérdida de un ser querido. Ocurre, en aquel trágico momento, un colapso de emociones que dan pie a la reflexión, pero lamentablemente  ese pensamiento se centra en el desear que la persona estuviera acompañándonos, de extrañarla, cuando en realidad si nos desapegamos de ese deseo, y reflexionamos en nuestra propia muerte, comprenderíamos mejor el sentido de nuestra existencia.

¿Por qué sólo entendemos al espíritu cuando el cuerpo muere y no trabajamos intensamente en nuestro desarrollo espiritual durante el transcurso de nuestras vidas?.

Al comprendernos como espíritus encarnados, vemos la vida como un aprendizaje, una etapa para adquirir conocimiento del entorno y de nuestra propia evolución, logramos visualizar que la consciencia antes de ser humana, fue piedra, planta y animal. En este proceso, vislumbraremos que en algún momento ya no seremos seres humanos y encarnaremos (o tal vez sin vestidura) en un ser más evolucionado, en una dimensión que nos es invisible o desconocida a nuestros sentidos en estos momentos, tal como nosotros somos invisibles para una flor.

Cuando se llega a tener un acercamiento profundo de nosotros mismos, se apacigua todo conflicto externo, ya no existe el egoísmo, la envidia, ni los deseos, la materia pasaría a segundo plano, a ser un complemento, pero en ningún caso un fin.

En esta sintonía, si la humanidad tomase este enfoque, sería un gran salto en la escala evolutiva como raza humana. Al desprendernos del materialismo, comprenderíamos que nuestro cuerpo es un personaje que debemos desarrollar y a la vez darle solución a sus conflictos internos, dominar a las bestias que existen dentro de nosotros.

Esta sabiduría existió. A nuestro alcance hay vestigios de culturas ancestrales, de los puntos más disímiles del planeta, que hablaban del mundo invisible que nos gobierna y más aún, hay construcciones de tal majestuosidad que son irreproducibles hoy en día por su complejidad y envergadura.

Sin duda, debió ocurrir un evento catastrófico donde todo ese conocimiento se perdió. Sin ir más lejos, dentro de la cosmovisión de la cultura Mapuche, tiene al kultrún como un elemento que representa al mundo visible, material, el que nuestros sentidos perciben, y la otra mitad de la esfera (la semi-esfera invisible) corresponde a aquella que nos gobierna, los dioses invisibles. En las ceremonias la machi ejecuta este instrumento y es la intermediaria entre el mundo visible con el invisible. Todos sus ritos tienen un trasfondo religioso.

Sin duda, el desarrollo espiritual debe ser un aprendizaje gradual, que acomode las ideas en orden ascendente en la complejidad de conceptos, que requieren una gran abstracción mental y control de las emociones.

Este espíritu que somos, es el verdadero “ente” que debemos gobernar, pues es “la materia” que da vida, es la que se ha separado de su fuente, la Unidad que es Dios y hacia él nos dirigimos, y para ello es necesario el continuo perfeccionamiento, el dominio del entendimiento espiritual.

Aún nos queda un largo camino por recorrer, pero inclusive en esa frase podemos reflexionar sobre el tiempo y su inexistencia, pues en realidad SIEMPRE ES PRESENTE, y este cuestionamiento da pie a más reflexiones…pronto.


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