Pegado al muro hay un aloe vera que ha dado su primera flor,
extendiéndola hasta la ventana. Ahí estaba yo, adentro de la casa, mirando
hacia el patio pero con mi atención puesta en el gato que dormía como un
angelito en ese día de sol. Y lo que sigue duró menos de medio segundo, por el
rabo del ojo vi esto:
Un color rojo fulgurante vibrando a la velocidad de los mensajes
celestiales, ¡un colibrí! a un palmo de mano de mi rostro, aquel rubí ardía placenteramente en el intrincado ángulo de mi pupila, pude percibir su compleja textura con detalle al instante. Fue todo tan rápido, que el sonido de su aleteo viajaba más lento y no alcanzó a hacerme cosquillas en el oído. Giré la cabeza y un pitido redoblado dibujó un punto en el
horizonte, se fue hecho flecha, típico acto de desaparición de las hadas.
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