que sangra sino una herida?...
Imbuidos en aquel jardín,
donde todas las flores se llaman ilusiones,
mis ojos buscan incansablemente
el resplandor de tu alma
y te imploro misericordia:
"retira la daga de mi herida antes que
deposites más dolor en mi carne".
¡Oh! y tu respiración, un inhalar y exhalar,
que martillea en mi oído la palabra: a mor.
Sí, he sentido cercana la muerte,
vivo sabiendo que cada latido
es un redoble de tambor de despedida.
Te has llevado victorioso
mi corazón en ofrenda.
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"Crepuscule", H. Weigèle (1906) |
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