Sal de tu escondite lengua de mariposa,
a extraer la miel de los telares del cielo;
despega desde las torcidas ramas,
donde mis fríos colores primarios
rehúsan fundirse en el abrazo
que los entrelaza desde su parto.
despega desde las torcidas ramas,
donde mis fríos colores primarios
rehúsan fundirse en el abrazo
que los entrelaza desde su parto.
Emerge con tus delicadas alas
a trazar con el oro viejo de tu aleteo,
la fina ruta que zurza las aristas
de este surrealista poema,
para escuchar la mística música
que canta con los mil matices
del silencio guardado en mi pecho
diamantino quedo.
a trazar con el oro viejo de tu aleteo,
la fina ruta que zurza las aristas
de este surrealista poema,
para escuchar la mística música
que canta con los mil matices
del silencio guardado en mi pecho
diamantino quedo.
Yo no tengo más que mis manos
de paloma de barro desmayada
sobre el agreste suelo revuelto,
que ávidas reciben el agua que cae
y dejan que siga su curso divino,
a través de las benditas rendijas
entre mis dedos desmemoriados.
de paloma de barro desmayada
sobre el agreste suelo revuelto,
que ávidas reciben el agua que cae
y dejan que siga su curso divino,
a través de las benditas rendijas
entre mis dedos desmemoriados.
En este agrietado otoño que soy,
estas hojas que en frenesí precipitan,
no son otra cosa que cartas de amor,
el caritativo maná del cielo que negro nutre
a mi jardín dormido en su hamaca de nubes.
estas hojas que en frenesí precipitan,
no son otra cosa que cartas de amor,
el caritativo maná del cielo que negro nutre
a mi jardín dormido en su hamaca de nubes.
Hasta que las doradas trompetas de narcisos,
y los ebrios cánticos rebalsados
de las copas de tulipanes,
del frío invierno que avecina,
penetren cual espadas
en mi fervorosa meditación repetitiva,
¡ me despierten !
ruego nos despierten.
y los ebrios cánticos rebalsados
de las copas de tulipanes,
del frío invierno que avecina,
penetren cual espadas
en mi fervorosa meditación repetitiva,
¡ me despierten !
ruego nos despierten.
© Jeimy Muñoz