Ver mi propio reflejo en la profundidad de los ojos de otro,
ir de brinco en brinco del cielo a la tierra,
ver como goza su vuelo una golondrina,
ver un espíritu inquieto trabajar,
acunar un gato en mi regazo si fuera mi bebé,
ver disfrutar un zorzal bañándose en la fuente que llené de agua,
escuchar a un niño reír a carcajadas,
salir a ver una luna llena,
soñar despierta,
cortar el pasto y tenderme en él,
sembrar una semilla y esperar con ansias que germine,
contemplar una flor,
descubrir los colores del arcoiris en una gota de rocío,
ver una abeja polinizar una flor,
extasiarme con el olor de violetas,
dormir siempre acompañada,
recibir un abrazo de forma inesperada,
regar por las tardes el jardín,
prepararme una ensalada con la lechuga que sembré,
escuchar música en vivo bellamente interpretada,
(ver como viaja mi mente a lugares desconocidos con esa música),
caminar descalza por la orilla de la playa,
ver llegar la calma después de la tormenta,
ver como se tornan rosadas las nubes al crepúsculo del día,
no usar reloj,
ver un magnolio florecido en invierno,
ver como un cisne despega su vuelo desde las aguas,
caminar bajo un bosque,
hacer una fogata en una noche estrellada,
llegar a la cima de un cerro luego de subir por el camino más empinado,
saciar mi sed con una naranja luego de un arduo trabajo en la tierra,
la satisfacción por el trabajo bien hecho,
impregnarme con el sonido de la lluvia,
sentir mi corazón agitarse cuando me inunda el sentimiento de amor,
saber que siempre sale el sol,
derribar un muro,
ejecutar un instrumento de cuerda y sentir como fluye la melodía luego de hacerla mía,
recibir un “te amo” de la nada,
saberme eterna,
saber que en este insignificante cuerpo, que habita en esta mota de
polvo llamada Tierra (que desapercibida navega perdida por el cosmos)
está contenida toda la divinidad del Universo.
(Sí, puedo decir que he vivido. Vivir intensamente es una maravillosa canción de despedida que se le canta al mundo).
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