Llevaba un mes diciendo en casa que estaba
cumpliendo turno nocturno en el hospital. Fue el sábado antes del terremoto del
27/F, recién había salido el sol y se acababa de levantar. Estaba semidesnuda
en el penúltimo piso de uno de los edificios más altos de la ciudad, mirando en
dirección a su hogar, al otro lado del río. Y fue tan absurdo ver ese ovni, tan
nítido, zigzagueando lentamente sobre las aguas del afluente y finalmente verlo
perder en la bruma…que decidió vestirse, salir de puntillas, sin despedirse,
desaparecer como aquel platillo intergaláctico y auto prometerse que: nunca
más.
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