viernes, 23 de enero de 2015

Identidad

Llevaba un buen tiempo sin saber nada de su amiga, casi un año. Un día, decidió pasar de sorpresa por su casa. Al verla, la recibió de manera acogedora, como si se hubiesen visto ayer. Conversaron brevemente, pues debía regresar al trabajo. Le preguntó por sus hijas y le dijo que estaban en el segundo piso. Antes de despedirse quiso ver a las niñas. Subió, vio a la más pequeña, le dio un beso y un fuerte abrazo. Y luego, ocurrió lo inverosímil, lo inimaginable.

Cuando se iba acercando la otra niña, la mayor, de 10 años, reconoció su caminar, su pelo, el tono de su piel, pero su rostro era diferente, su nariz y labios eran ligeramente más finos, sus pómulos más prominentes, su frente un poco más estrecha y sus ojos, a pesar de ser del mismo color, le parecieron un mundo de diferencia. Su amiga le preguntó a aquella niña: ¿te acuerdas de ella?, entonces la niña le miró, le llamó por su nombre y le abrazó. Quedó atónita con el espectáculo, ¡si esa era otra niña!, pero todos actuaban como si se tratase de la verdadera, ella misma creía ser la otra. Reconoció sutilezas donde forzaba su comportamiento para parecerse a la verdadera niña. Se quedó sin habla, no sabía qué decir, era obvio que era otra niña y todos actuaban.

Al bajar, se sintió débil, palideció, se comportó como una autómata al despedirse, mientras todos sonreían. Finalmente, fuera de esa casa, pensó acudir a la policía, pero luego desistió, ¡no le creerían!; era obvio que una mentira de tal envergadura tenía un trabajo meticuloso desde adentro. Hoy en día todo está sistematizado, las huellas dactilares se pueden cambiar si se cuenta con alguien que tenga acceso al archivo de datos, cualquier registro es posible adulterarlo desde la fuente, se cambia y listo. El funcionario de turno sólo iría a corroborar con aquellos datos, y ella quedaría como una demente.

Decidió, entonces, nunca más volver a verles.

De pronto comprendió lo fácil que es suplantar a alguien, simplemente te apropias de un patrón de actitudes, sigues aquella tendencia y te conviertes en aquella persona, nadie notará el cambio. Además, actuar es de lo más fácil, todo el tiempo estamos actuando, actuamos según el interlocutor al frente: como hija, esposa, amiga, madre, profesional, nos ajustamos a los patrones preestablecidos para tener interacción con el otro.

Ponerse un traje y actuar de acuerdo a él es una tarea muy simple, nadie se preocupa por quién está detrás del disfraz, los disfraces interactúan entre ellos.

Ahora ya de noche, en su cama, lista para dormir, ni ella misma tiene la certeza que mañana al despertar su identidad le sea usurpada, no hay forma de saberlo, jamás lo habrá.


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