viernes, 18 de abril de 2014

Botas rojas de invierno

A veces la historia de la humanidad se puede resumir en la historia de vida de una persona y la historia de vida de una persona se puede condensar en un pequeño relato, una anécdota de infancia, cual cuento infantil, mientras más simple más desnuda la prístina verdad. He aquí aquella historia contada en primera persona:

Cuando tenía unos 5 años me regalaron unas botas rojas para el invierno y para estrenarlas nada mejor que ir a la casa de mi abuelita, quien vivía en la cima de un cerro, en el campo. Y ahí estaba yo ansiosa por que mi madre me pusieran cuanto antes las botas. Una vez puestas, ahí voy corriendo cerro abajo, ¡a la aventura!, nada me podía pasar con mis botas nuevas. Al llegar a la planicie el terreno se puso fangoso, con algunos charcos de agua por aquí y por allá, y claro para eso bajé: a experimentar. En eso veo un pequeño charco y como quien va segura de sus movimientos a pies juntitos salto y ¡zaz!, era más profundo de lo que creía y quedo metida con el barro sobre mi cintura (aún recuerdo esa sensación de vulnerabilidad). Como pude salí de ahí, embarrada, a llanto desgarrado y caminando lentamente, pero ahora cerro arriba.


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