He estado hojeando un libro sobre “Los cuadernos de Leonardo Da
Vinci”, aún me queda mucho por leer. Sin embargo, hasta ahora he quedado
impresionada con su nivel de conocimiento de anatomía (considerando que
en un momento, la práctica de disecciones humanas fue prohibida por la
Iglesia). Leonardo decía que todo artista debía conocer a la perfección
el cuerpo humano, su funcionamiento, nervios, músculos, todo lo
interior, para finalmente representar lo visible: el cuerpo en
movimiento (obviamente incluía un riguroso estudio de luz y sombra).
Además, tenía un muy elevado conocimiento del comportamiento humano, no
me cabe duda que filosofaba mucho al respecto. No se quedaba atrás en
el peso que representaba el paisaje, lo estudió a nivel científico
(botánica y ciencias afines), pero siempre con una visión artística
elevada, pensando en las emociones que reflejaba y el concepto que
quería transmitir; sin duda toda su obra se entrecruzaba con la poesía.
Mucho se ha especulado sobre el significado oculto de sus cuadros, yo por el momento reflexiono sobre un elemento común en dos de sus cuadros emblemáticos: “La Anunciación” y “La Última Cena”, que es: la mesa.
No me cabe duda que los gestos y movimientos de los personajes quieren comunicar algo (cosa que no me he detenido a analizar por el momento). Sin embargo, (y sin polemizar), desde el punto de vista conceptual: “los personajes son simbólicos”, así que por un momento imaginemos que todos son invisibles; así que nos queda la mesa como protagonista. Una mesa blanca a la que le ha dado un esmerado trabajo de detalles en “La Anunciación” y una extensa mesa con patas de madera a la que ha puesto un mantel blanco con un intrigante nudo en “La Última Cena”.
El blanco es pureza, esto se ve reforzado con la seña de "una concha de ostión salvaguardada por un abultado colgante" y "el nudo en el mantel". Ambos símbolos son un concepto de virginidad femenina, así que "la mesa es el cuerpo de una mujer”: la concha de ostión, se vincula a los órganos exteriores femeninos y el nudo en el mantel, apela al concepto de cerrado (recordemos que antiguamente, en la noche de bodas, el esposo cubría con una sábana blanca a su mujer).
En la Eucaristía también aparece la mesa con un mantel blanco y el cáliz. El cáliz refuerza el concepto de cuerpo femenino, pues sin duda los órganos femeninos internos nos recuerdan a una copa llena con vino: el útero es un receptáculo con forma de copa y en lo ovarios se aglomeran los óvulos tal como racimos de uvas. Esta información era imposible de saber en la antigüedad, dada su condición oculta anatómica, a menos que se tuviera acceso a la disección humana o libros con tal información. Así, cada mes del año ocurre la menstruación y esta copa se llena de “color vino”. Sin duda un concepto poético. (Recordemos, que el culto de Isis tuvo una influencia considerable sobre el de la Virgen María).
Para concluir, la idea de virginidad no debe encasillarse sólo al cuerpo físico, sino que también a un estado mental tal que, libre de impurezas, sea capaz de “concebir” un concepto tan elevado como “Dios”, idea no asequible a los “animales”. Así, siguiendo aquel trabajo de pureza, es posible la resurrección o liberación (…un bivalvo como el ostión, que está en las profundidades del mar, al hervirse se abre y libera una perla…).
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